Ayer
fue 25 de abril. 39 aniversario de la revolución de los claveles; nuestra
revolución vecina, la que en España fuimos incapaces de hacer. Ocurrió en 1974,
pero hoy quiero hablar de 1975, justo un año después.
Hacía
poco que la policía franquista había entrado a saco en la antigua catedral de
Madrid, San Isidro, en un acto que tensionó aún más las relaciones del régimen
con el arzobispo Tarancón. En la catedral estaba reunida una asamblea
permanente de estudiantes de la Universidad y decidieron disolverla. La que se
lió fue parda. Muchos de los allí reunidos acabaron, primero en la DGS y luego
en la cárcel. Una de ellas fue mi hermanita Reyes, que debía ser delegada de
Medicina o algo así.
Le
pusieron una multa de 200.000 pesetas y -si no pagaba- creo que un mes o dos de
cárcel, en Yeserías, ahí al lado de la fábrica de “El Águila”. En casa me
dijeron que no se lo contara a nadie. Listos iban, no iba a presumir yo de
heroína familiar… Además, en la cárcel, les daba por hacer manualidades. Por
ejemplo, unos bolsitos de lana que se colgaban del cuello como un collar hecho
de punto. A mí, Reyes me hizo uno con una M de Miguel que llevaba yo colgando
del cuello tan orgulloso. Más de uno dijo “M de maricón”. Tontos, era “M de
móvil” 20 años antes de que éstos salieran…
El caso
es que en la Complutense sacaron el dinero y, precisamente, un 25 de abril,
tocaba visita en la cárcel. Allá que fuimos la familia y un montón de amigos.
Íbamos a darle la noticia de que la sacábamos de la cárcel. En Yeserías había a
veces una cierta permisividad y dejaban entrar a gente que no era de la
familia. Era fácil, hablabas con las gitanas, que ninguna tenía carné, y
entrabas en sus grupos. Luego, te cambiabas de fila y te ponías en la de los
presos políticos.
A mí
esto no me tocaba, yo era familia genuina, pero me parecía emocionantísimo. Sobre todo aquel día, en
que éramos tantos, creo recordar a Juanito, Paloma, tal vez su hermano Juan
Carlos… Y sobre todo, por la contraseña que nos repartieron para llevar en el
bolsillo. Al salir las presas, todos los que estábamos a este lado del
locutorio, sacábamos claveles rojos y nos los poníamos en las solapas. Y claro,
a continuación le contábamos que esta tarde estaría en libertad.
A mí
aquello se me quedó muy grabado. No había cumplido los 12 y me parecía que
estaba ya en plena ola de lucha por la libertad. Al final, incluso me dejaron
darle un beso a través de las rejas.
El
resto del día lo pasamos mis padres y yo en un bar cerca de la esquina de la cárcel esperando
que llegara el motorista. Las noticias de la tele comentaban las celebraciones
del primer aniversario portugués. El de la moto con los papeles no sé si llegó.
Mi hermana nunca había sido muy puntual, no tendría por qué serlo tampoco para
salir de la cárcel.
En el
aire quedaron dos canciones de aquellos días: Grandola Vila Morena y Abril 74,
una de las canciones del “Itaca” de Llach. La verdad que no han cambiado las cosas mucho. Hoy mismo los grises, ahora de azul, han entrado en Somosaguas. Los mismos perros, las mismas perrerías, distintos collares.
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