miércoles, 5 de junio de 2013

2004: Se fue Julita

2004 no fue un buen año. Me cuesta recordar momentos alegres. Empezó mal, con frío, en una ciudad que, con el tiempo, se me ha declarado hostil: Palma de Mallorca. Mi relación iba mal y, sobre todo, mi madre había empeorado y estuvo ingresada varias semanas. En marzo, las clases humildes de la periferia madrileña sentimos el zarpazo de la guerra en que nos habían metido.
Aunque se enteró de los atentados de los trenes, ya se le iba mucho la cabeza. Le dieron el alta en el hospital y volvió a casa; pero tenía el corazoncito ya cansado y un principio de alzheimer. Recuerdo algunos momentos en el hospital en que le daba el yogur con una cucharilla y me dijo "qué bien me das de comer". Y aquella mirada de agradecimiento cuando la limpiaba y la volvíamos a acostar. Eso sí, eran noches terribles, siempre queriéndose marchar de nuevo a su casa, quitándose las vendas y las vías.
Siempre había sido pájaro libre. Creo que -aunque el palabro no eran común en aquellos tiempos- heredé de ella una cierta claustrofobia. No le gustaba estar en espacios cerrados y, mucho menos, estar atada (física o mentalmente). Cuando pusieron obligatorios los cinturones de seguridad, decidió viajar en el asiento trasero, no soportaba "el cincho". A ella lo que le gustaba era volar y ver las cosas desde el cielo; como los aviones eran caros y vivíamos en la sierra, imagino que por eso le gustaban tanto los telesillas.
Mantuvo con mi padre una relación de combate permanente por una cierta igualdad. La verdad, es que visto ahora, resulta chocante que una mujer casada, en los años '60 y '70 era la que tenía a su nombre la casa, el teléfono, la luz, etc. La casa no era nuestra, era el bloque de los maestros y como se la habían cedido a ella, todo estaba a su nombre. Así que la gente buscaba "Cordero" en la guía telefónica y no aparecía. Que nos buscaran por "Prieto". No sé cómo, sin separación de bienes, logró tener ella siempre una cuenta corriente suya, donde cobraba su sueldo y hacía y deshacía a su antojo.
Su vida fue siempre la de una gemela. Ella y su hermana Victoria eran iguales en todo. Sólo que tres hijos habían limado las aristas de mi madre mientras que mi tía fue siempre libre, soltera y algo más arisca. Mi madre supo cultivar buenas amistades pero, sobre todo, tuvo siempre a su hermana. Cuando las conferencias telefónicas eran un lujo, se enviaban cartas semanales. Más tarde, el teléfono y, sobre todo tras la jubilación, la facilidad para viajar las mantenía unidas. Ya mayor, un día mi tía se cayó en Zamora; se rompió el húmero derecho. Mi madre nada más saberlo cogió el autorrés y se fue a ayudarla. Ese mismo día se cayó ella y se rompió el húmero izquierdo. Allí estaban las dos, en la casa de la Ronda con cada brazo escayolado. Una cogía el pollo con la mano derecha y la otra lo cortaba con la izquierda.
Siempre dijo que cuando fuera mayor quería ir a una residencia. Luego resulta que no era tan verdad, que necesitaba sentirse tan libre que no le gustaba nada aquello. Cada rato se ponía las zapatillas y se iba al autobús para irse. A las 3 de la mañana o a las 3 de la tarde. Aquel día de abril yo estaba en Ascaso y decidió que cogía otro "autobús". Y se nos fue, calladita.

Y aunque la vida es así y había disfrutado de muchas cosas en sus 84 años, nos dejó un vacío grande grande. Dos meses más tarde también me dejó mi compañero de entonces, pero no para irse al cielo. Sino para demostrar que, en el mundo, aparte de buenas madres también hay gente mezquina que te abandona justo cuando más apoyo necesitas.

Pero la memoria es también un arma de justicia y a quien recuerdo y añoro con todo el cariño, como no, es a mi mamá, a mi Julita.

2 comentarios:

  1. Estoy segura de que contaste con apoyo suficiente en ese momento. Sé de buena tinta que estás rodeado de muchísimas personas que te aprecian. En cuanto a tu compañero...no te abandona alguien que no debe estar en tu vida, simplemente sigue su camino. Néstor se estaba acercando.

    Y tu madre...su recuerdo hace que siga contigo. Eso es lo que yo siento cuando pienso en mi padre.

    Inma.

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  2. Bueno. Las cosas están todas superadas. Pero quería ponerlo. Esto no es un ajuste de cuentas, pero hay algunas cosas duras que sí quedan.

    Siempre he tenido a mucha gente apoyándome. Tú eres una de ellas. Gracias guapetona

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