martes, 7 de mayo de 2013

1979: Con Julián y Fernando viendo a Supertramp, Camel y Cucharada

A los 16 años consumes mucha música. Mucha. Pero si quieres ser diferente, tienes que escuchar música diferente a los demás. Por aquella época arrasaban Miguel Bosé y Los Pecos. Los fines de semana, a los chicos y chicas "normales", les era obligada la discoteca.

Entre mis amigos (que nunca fueron heavys pero sí amigos del rock duro y del sinfónico), la escala iba de Pink Floyd a Rainbow o a Yes. Tardes y tardes en mi casa agarrados al viejo tocadiscos de mi habitación. La música nos diferenciaba, nos colocaba en nuestro lugar. Y a mí, como al que más.

La verdad que sí, también íbamos a las discotecas; a “los Vikingos”, en Los Molinos, que era un disco-pub montado en unos antiguos establos (aunque como se ve en la foto, no sé cómo entrábamos tanta gente). Nos molaba por tres cosas. La primera, que la música no estaba mal (o sea, era diferente y para diferentes). La segunda, que como no cobraban entrada, no existía aquella puta distinción de precio entre chicos y chicas que nunca acepté pagar. La tercera era más pedestre: estaba en el centro geográfico de una pandilla que se extendía por toda la comarca.
Alguna vez, por aquellas fechas, alguna compañera de clase me preguntó extrañada “y si no vas a las discotecas ¿qué haces los fines de semana?”. Yo le respondí que ir a Madrid (es verdad, mis hermanos vivían y estudiaban allí), ir al teatro (alguna vez fui con mi madre) e ir a conciertos. Rock, música en vivo, vivencia colectiva… Eso los dejaba a todos epatados. Puro esnobismo; tampoco había dinero para ir a tanto. Las más de las veces nos colábamos en el tren para ir a remar a la casa de campo.

La verdad, que si habías ido a las fiestas del pecé de los buenos tiempos, sabías lo que eran grandes conciertos de grandes músicos. Yo no me había perdido ninguna, incluido Ian Dury. Además, estaban los conciertos de cantautores a los que me había llevado la familia. O alguno de rock como cuando mi hermano me llevó a ver Imán o Gwendal.
Por ir a un concierto, en aquellas épocas, hacíamos aventuras la mar de raras. Una vez nos fuimos a ver a Asfalto y Topo a Las Matas y, como no había tren para volver, veníamos andando por la vía hasta no se qué bingo donde se dejaba los cuartos la madre de una amiga.
Pero en 1979 la democracia se iba asentando, parecía que salíamos de la sempiterna crisis. Y yo ya tenía edad para salir alguna noche, siempre que asegurara la pernocta en la casa de mis hermanos, en la calle de Embajadores. Éramos tres los musiqueros: Fernando Ramírez, el malogrado Julián y yo. Y allí recalábamos tras los grandes conciertos en la antigua cancha del Real Madrid de baloncesto (donde ahora están las torres). Ese año creo que fueron dos. El primero, los Supertramp. Un poco comerciales, pero molaban. Me gustaba mucho su “Obertura del loco”, en aquel elepé con el piano en la nieve. Logré colar una máquina de fotos y hacer un carrete entero. Desenfocado, falto de luz… pero presenté varias a la bienal del Instituto... Muertos de envidia que dejábamos a los demás.
Poco después vinieron los Camel (yo nunca reconocí que a mí el que me había molado era el telonero: Michael Chapman). El plan era perfecto: mi hermano nos dejaba la casa, sacábamos entradas también para las chicas y, o bien venían y por la noche había fiesta, o bien no venían y nos forrábamos revendiendo las entradas. Las chicas, por supuesto, no vinieron. Y las entradas no pudimos ni malvenderlas porque debía estar el aforo por la mitad.
Pero disfrutábamos. Y, sobre todo, aprendíamos de las poses de nuestros modelos en las largas colas previas al concierto: cómo fumaban, cómo hablaban, cómo vestían. A veces para imitarlos, fundamentalmente para seguir cuidando de nuestra etiqueta de diferentes.

Cuando veo las fotos soy capaz de recordar el efecto que hizo en mí el primer gran montaje de cine que veía en una pantalla gigante. Y, sobre todo, las muchas cosas que compartíamos Julián y yo, a pesar de que siempre presumíamos de no compartir nada. 
Dos chicos a los 16 años no pueden ni saben decirse que se aprecian. Pero creo que cada uno de los dos, tenía un aprecio muy fuerte por el otro. Juntos hicimos muchas locuras, pero hoy hablamos de la música, Y juntos, Julián Planet y yo, fuimos capaces de llevar el mejor rock a nuestro Villalba cutre de aquellos tiempos y a nuestro instituto. Teníamos 16 años y éramos capaces de organizar conciertos fabulosos como aquel de Cucharada en el viejo cine de Villalba pueblo. 

En 1979, montando la excursión fin de curso de 3º de BUP decidimos lanzarnos al mundo de la programación musical. Sabíamos de un representante de los grupos de aquella época que tenía un despacho en la calle Fernando de Rojas. Julián pretendía traer a Leño que, por suerte, era muy caro. Pensando en una entrada de 100 pesetas, necesitábamos 1000 asistentes para cubir gastos. Así que negociando negociando, a lo único que podíamos llegar y que nos gustara a los dos, era a contratar a "Cucharada". Asambleas en el instituto para aprobarlo, idas y venidas a Madrid a por carteles, diseño de entradas y, sobre todo, venderlas, porque no había entre nuestros compañeros mucho ánimo para traerse a sus amigos a un concierto así. Julián buscó unos colegas para que hicieran de teloneros; yo removí mis contactos en Villalba para que nos dejaran "El Capricho". Ese día nevó, o sea, que palmamos dinero. Para templar el ambiente nos llevamos mis discos de Jetro Thull, el que se los encontró se los agenció y no caldeamos nada. Pero, al final salieron los cucharada, bailamos, nos divertimos e, incluso, hicieron alguna referencia a aquellos dos locos que habíamos montado todo aquello. Así que decidirnos dedicarnos a eso de montar conciertos. Le propusimos al ayuntamiento montar uno, el verano siguiente, con la Orquesta Mondragón. Pero Luis Benito, concejal y profe, con buen criterio, nos dijo que ya se lo encargaba el ayuntamiento a unos managers como es debido...

3 comentarios:

  1. Vaya, yo estuve con vosotros en ese concierto con Julián y Fernando y tú eras amigos de ellos de Villalba, (recuerdo a Paco también) no sé si te acuerdas de mi, me llamo Carlos ( iba a la urbanización Princialba) y era de los amigos de Madrid de Julián, también estuve en el de Cucharada con Pentotal de teloneros que hermanos de Luis también de los de Madrid, más gente éramos Héctor, Richi que tocaba la guitarra también, Jesús que vivía en Parquesierra, Julián que tocaba la armónica de blues y el banjo, otro concierto del cine fue el del grupo que montamos con Julián tocando la OPIO (Orgásmica Pi Orquesta), yo no tocaba pero salía disfrazado. Recuerdo los concierto de la plaza de toros en las fiestas, con Asfalto, El Nuevo Mester etc, ha sido muy agradable recordar esos tiempos en Villalba con nuestro querido Julián. Sino recuerdo mal vivias cerca del rio y alguna vez si que estuve en tu casa escuchando música, rock y cantautores. Saludos

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  2. Hola Carlos. Creo que sí, que te recuerdo. Y no por la foto esa, jeje. Recuerdo la espera del concierto y creo que eras tú, aunque se me había olvidado tu nombre. Tenías el pelo largó (bueno, lo teníamos todos, pero tú más, creo). Eras el más se rote, jeje.

    ¿Qué tal la vida? ¿Qué haces? Me mola lo de este blog, lo escribí hace más de un año y sigue habiendo goteo de comentarios de gente con la que coincidí en algún momento... ¿Sigues por Madrid? Ya me contarás.

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  3. Extraordinario relato que me ha traído recuerdos muy buenos, aunque vivía en otro lugar y en otras circunstancias. Gracias

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